domingo, 20 de noviembre de 2011

Los restos de Abel


Y sí… quizás no supe tratarla como se merecía. Ya lo había repetido mil veces, ¡es testaruda! Martina fue la menor, eso siempre fue un problema, demasiado consentida. Pero antes de que pasara, le pedí y le reclamé tantas veces. No, conmigo no… ¡no juegues! porque soy mansa hasta que se me piante la chaveta. Bueno, es su culpa y a mí las disculpas me entran por un oído y me salen por el otro… como las balas, tal cual como las balas.
Cuando éramos adolecentes ella había decidido que iba a viajar a Colombia, ¡mis padres imaginate! la sacaron a patadas, recién cumplía quince años y ella creía que podía decidir por encima de los demás, ¡como la detestaba! La adolescencia le potenciaba cada cosa que se le cruzaba por la cabeza. Además mis padres no estaban en condiciones de pagarle y sustentarle nada, ella vivía en una nube de colores de la cual todos teníamos que hacernos cargo. ¡Como habrá sufrido Darío! Había que estar con una mujer como ella… si yo, siendo la hermana, puedo llegar a… no sé, nunca le voy a perdonar haberla encontrado con él ¡que idiota que me sentí! La única cura contra la vergüenza es cortar por lo sano… a los dos, no había ninguna justificación que valga la pena… ¿Me iba a conmover? quizá ahora el pobre Darío pueda disfrutarla un poco más
La semana pasada había venido y se quedó como muchas noches de las que venía a esperarla, charlábamos en la cocina, mientras comía lo que a nosotros nos había sobrado y la verdad que nos divertíamos, a veces pienso que la vida nos junto a la inversa, pero Martina y Andrés se encargaron de revertir el destino.
- Y Andrés?
- Hace unos días que no nos vemos
- Porqué?
- No vale la pena que te cuente… es amargarte el día, y amargármelo… sabés que, hay cosas que uno las tiene que aprender a digerir y olvidar, todo lo que no te sirve va desapareciendo y no hay que llorar por lo perdido, por algo ya no tiene que estar más
- Y no se…
- Creeme que sí… querés un mate para bajar?
- Martina cuando vuelve?
- No me dijo nada
- La espero
- Te parece? No sé si va a volver, últimamente se escapa de noche como los gatos
- Mientras no se escape con otro
- Y no sé qué decirte, muchos gatos salen, pero nunca dejan de dormir en la cama de su dueño, vuelven antes de que salga el sol
- …
- ¡Ay por favor Darío! no seas iluso…
- Que?
- Me imagino que te das cuenta que tipo de persona es mi hermana, yo la quiero, pero a vos también te quiero y no sé, yo creo que al lado de ella no…no vas a ser feliz
- Porque me decís esto?... Y además porque me lo decís atrás de ella?
- Porque no podría decirte esto delante ¡ vamos Darío! dejá de hacerte el tonto, el que no ves, de cinco veces que venís por semana tres o cuatro son los días que te quedás charlando conmigo en la cocina
- ¿Y qué querés que haga si estudia de noche?
- Ja! ¿La ves estudiando?, siempre fue igual, nunca hizo nada de lo que dice…
- Pero sabés algo? Decime, ¿con quién está?
- No se…
- Entonces
- ¡No sé con quién! pero que está, está… no te miento… y dejá de mentirte a vos, mi hermana es una mujer muy querible, pero como una amiga, no sirve para estar con nadie
- ¿Pero yo me meto con tu noviazgo? ¿Qué carajo te pasa?
- Decime lo que quieras, decime lo que opinás, será bien recibido porque no camino con una venda
- Yo tampoco
- Sofía que vos estés mal…
- Seguí esperándola… y si querés agarrá una almohada y júntate dos banquetas
- Bueno, dale… vos andá a dormir, me parece que te falta descansar
Al otro día, lo encontré en la mesada de la cocina haciéndose un té y además de estar pálido como una hoja, tenía cara de desesperado, lógicamente porque Martina no estaba. Pobre, me dijo que se sintió descompuesto toda la noche, le habían caído muy mal la comida, pero peor aún era para él que Martina no estuviera o que no le contestara.
- Estoy preocupado… yo no entiendo, la verdad es que pienso que sos una mierda de persona, no puedo creer que no te preocupe nada de tu hermana, por más mal que te lleves con ella, no puede ser que desaparezca y que no se te cruce que le pudo haber pasado algo
- Estoy segura que no
- Porque estás segura
- Porque lo sé… porque es así, así es ella, es una bomba de tiempo
- Está bien, dejá, deja no te preocupes, ¡ah! una cosa más… la vi a tu vieja está mañana, me dijo que tengas la amabilidad de guardar todos tus frascos de pintura, que limpies, porque está cansada de todo ese quilombo que le dejás en la mesa
- Y de mi hermana no te dijo nada
- No
- Viste? No soy la única desalmada
- Ahora veo a quien saliste
Yo estaba armando una exposición de cuadros que iba a presentar este mes, estaba terminado los últimos dos cuadros.
Cuando cumplí 21 años, mis padres me dieron la posibilidad de viajar el extranjero, algo que se los agradezco enormemente ya que lo que aprendí en ese viaje, es la base de esta obra, había aprendido técnicas que acá en Argentina aún se desconocían y si se conocían no tengo ninguna referencia con quien pudiese compartirlas. No estuve mucho tiempo, fueron ocho meses, pero me bastó. Pude sacarle provecho, yo también sabía que mis padres hacían lo que podían, les había costado mucho que yo viajara y que encima el leiv motiv fuese aprender técnicas de pintura, una vocación, el placer, no se fijaron si eso iba a retribuir económicamente. Por eso Martina me fastidiaba tanto, nunca podía ver lo que les costaba a ellos darnos cada cosa con la que tropezábamos cada mañana, como si nuestra realidad fuese dada por la providencia y no era así, se gastaban la piel de las manos para que no nos falte nada.
Ese día me quedé en casa y entonces me dediqué a terminar los cuadros, tenía tres días antes de la exposición, y quería impactar, no me importaba si me destrozaban o si me halagaban, pero quería impactar, quería que la gente se retire con alguna impresión. Mi mamá entró al atelier y volvió a pedirme que saque de una mesa que estaba dentro del garaje unos frascos que había olvidado, que limpie las manchas que llegaban hasta el piso. Lo hice, pero antes de que baje me preguntó por Martina, a ella también le empezó a preocupar no saber de ella, nunca la habían visto ausentarse más de 24 horas, me hizo el comentario de que había llamado a una de sus amigas para saber si estaba con ella y además Darío estaba demasiado insistente, tuvo que calmarlo antes de que siga con la idea de reportar a la policía que estaba desaparecida. Yo continué con la idea de que había que esperar sin desesperar, traje las cosas que había dejado en el garaje y me volví a encerrar en el atelier. Darío vino a la noche y me hizo compañía mientras continuaba pintando, estaba alterado y me pidió que lo acompañe a la comisaría, a lo cual mantuve resistencia y entonces fueron mis padres con él. Decidí bajar la defensa aunque yo estaba muy centrada en mis cuadros, por eso no quería salir. Esperé en un banco, mientras ellos iban pasando uno por uno, declarando sobre su paradero. Me llamaron y tuve que también ser parte de la exposición, cuando me preguntaron sobre la última vez que la había visto, no podía ser totalmente sincera… la había encontrado a la media tarde, en casa con Andrés, mi ex pareja, estaban juntos sobre la cama de mis padres, se fiaron de que nadie iba a estar a esa hora, yo los vi, ellos no. Yo fui la última persona que los vio, pero no podía decir eso, era cavarme la tumba, era ser objeto de vergüenza, de cuestionamiento, de repudio, de lástima, una cosa era mi impronta a través de mi pintura, y otra muy distinta era la cruda verdad de quien soy, de quienes eran ellos, o todos, porque en un punto todos éramos una parte de lo que acontecía, como en todas las cosas de la vida, si no uno no hubiese, no permite, si le hubiesen puesto límites, si hubiese decidido antes, etc., etc., todo habría sido distinto, yo preferí acallar y dejar que el agua corra. Yo prefería convertir ese trozo de realidad en un personaje más. Nadie sabe tanto de mí para deducir qué relación tiene con mi vida. Le dije al agente que la había visto el lunes antes de ir para mi clase, después de ahí perdí contacto con ella. Volvimos a casa y había un aire apesadumbrado, me retiré para el atelier.
Llegó el viernes, el salón de exposiciones estaba en el barrio de Boedo. Había venido más de la mitad de los invitados, mi familia no había asistido, estaban muy disgustados conmigo. Darío llegó más tarde, estaba muy enojado, pero sabía lo importante que era para mí esa noche.
- Sofía
- Darío! Muchas gracias por venir… ¿cómo estaban en casa?
- Igual, mal… nada… estoy muy preocupado, ojalá solo hubiese sido que estaba con otro
- Y bueno… ya nos vamos a enterar, vení que te presento a unos de mis amigos
- No, dejá, no tengo ganas de hablar con nadie, vine a saludarte y a ver los cuadros a lo sumo
Hacía muchos años había ido al museo nacional, vi un cuadro que me impactó, no sé si era por lo hermoso o la bizarría de su composición. Había una figura perfecta realizada con milésimos de filamentos imperceptibles de embutidos, unos sobre otros, si uno no leía y no se acercaba no podría darse cuenta de aquella técnica. Cuando viaje a España, conocí a un grupo de artistas vascos, pasé con ellos cerca de dos meses conviviendo, además de poder ser parte de ellos, me dejaron esto… lo que hoy estaba presentando, todo aquello que viví observando durante esas noches… era el reflejo de las pasiones que se escondían en aquellos rasgos fríos; Milena, Sara… todavía puedo recordar esas manos tan delgadas de nudillos prominentes, abstemias y faquires, ellas me recitaban cada día que pintaban para alimentarse… me llamaba poderosamente la atención como podían dejar de incorporar días enteros un plato de comida, bastaba recorrer el cuadro con su lengua, lamer el hierro seco de la sangre con la que representaban el mediterráneo de su imaginario, lamer los filamentos magros de los hombres que las acosaban, de las mujeres que robaban sus hombres. Antes de que Darío se retire le di uno de los cuadros, para que de una vez por todas pueda quedarse con la certeza de que Martina de ahora en adelante solo estaría a su lado.